En ocasiones, me han preguntado si podría hablar de temas más técnicos o prácticos respecto a la escritura y la creación de historias. Personajes, resoluciones, tramas… Cosas así. Y lo cierto es que lo hago, pero no aquí. Y eso tiene una implicación práctica interesante en lo que se refiere a escribir.
Ya llevo un tiempo con otro de mis proyectos a ninguna parte y mantengo un diario de cine en esta web, con las películas que veo en el cine prácticamente cada semana. Allí vuelco mi opinión inexperta y qué aciertos o fallos veo en las historias. Y lo cierto es que ahí sí me meto en esos conceptos prácticos y su aplicación en la creación artística.
Por ejemplo:
- En esta crítica de Mickey 17 hablo de actos, resoluciones y Deux es Machina.
- En esta crítica de La acompañante hablo de la regla número 1 de las historias, que es la coherencia entre las propias reglas que el creador establece para su mundo (y también hablo de tropos sobados).
- En esta crítica de Gladiator 2 hablo de caricaturas y no personajes, originalidad y tópicos de telenovela.
- En esta de La cita hablo del concepto de suspensión de la incredulidad. También de la plaga de los peores personajes posibles, los que no actúan por motivación propia o sensata, sino de la manera que necesite la historia para continuar.
- En esta crítica de Here hablo del problema de la estética cuando se adapta a diferentes medios y, sobre todo, del concepto de amigo insípido.
Pero quizá la implicación práctica más interesante es que una de las mejores maneras de aprender (y aplicar) todos esos conocimientos prácticos es con las historias de los demás y la tuya propia cuando la tienes delante. Pero esta ya debe tener una forma inicial, haber salido de nuestra cabeza y que podamos tachar y retocar sobre el papel y no en la mente.
Por eso he hablado estas semanas atrás de que, al menos en mi caso, a la hora de escribir la misión principal es sacar como sea un primer borrador, uno que podamos pulir aplicando ese sentido de crítica y esos conceptos teóricos que debemos conocer sobre escritura y creación. Pero lo primero es tener algo tangible cueste lo que cueste, porque todo lo que permanece en la imaginación siempre es perfecto y muchos escritores viven enamorados de la idea de escribir, pero no del acto de hacerlo. Este tropieza con todas las restricciones y obstáculos de la vida física, y con nuestras limitadas habilidades en ella, tan diferentes de la omnipotencia de la imaginación cuando esta nos dibuja con nuestro té caliente, una chimenea y una máquina de escribir dentro de una cabaña en medio la nieve.
No es hasta que se pone todo en negro sobre blanco que se puede crear realmente la historia. Una que, con toda seguridad, será muy diferente a la que teníamos en la imaginación.
Igual que es más fácil detectar personajes tópicos o historias genéricas cuando tienes una delante, como mi caso en el cine, lo mismo ocurre con la nuestra. Personalmente, voy aplicando esa labor de talla y moldeado al barro inicial del primer borrador, mirando la historia como el crítico de cine. Comprobando si los personajes son interesantes, si la acción tiene el ritmo que deseo, si el discurrir de los hechos pasa por demasiados lugares comunes… En la mayoría de ocasiones no es un proceso intelectual, sino emocional en su mayor parte. Porque si yo no me veo movido por algo o ese algo no me dice nada, difícilmente provocará algo similar en quien lo lea. Esa es una de las mejores brújulas a la hora de escribir.
Aplicar esa crítica y conocimientos prácticos sobre nuestra propia obra, sin misericordia, ayuda a pulirla, a que surjan nuevas ideas a partir de las volcadas en la página y que enriquezcan la trama, el personaje o lo que sea.
Las ideas surgen a partir de otras, y muchas de las mejores lo hacen a partir de otras horribles que les precedieron. Pero eso no lo sabremos hasta que no nos pongamos a trabajar de verdad sobre el papel. Por eso no confío mucho en los genios que sacan todo lo bueno a la primera desde su imaginación. Ese es un proceso demasiado abstracto y, al menos en mi caso, la escritura es una labor de artesanía cuidadosa, aplicada una y otra vez.