La dificultad de la escritura

La dificultad de la escritura

Los años cambian, pero hay algo que no, la dificultad de la escritura. Que ya no me refiero solamente al hecho de que escribir bien es una de las cosas más complicadas que hay, sino a que también lo es escribir en general.

Porque puedes saber toda la teoría, ir a todos los talleres y cursos, citar de memoria a Joseph Campbell o las reglas de escritura clara de Orwell. Puedes haber leído a los mejores y aprendido con un Nobel, que de pronto te pones y no sabes escribir. Todo eso que en tu cabeza tenía sentido claro y ritmo perfecto se queda mudo.

Para quien lo haya vivido, y no lo recomiendo, es un poco como el síndrome del boxeador. Te sabes toda la teoría, ejecutas perfectamente los movimientos y eres un maestro en el saco, hasta que subes al ring y, mientras se acerca tu oponente en la hora de la verdad, descubres que se te ha olvidado todo y te quedas en blanco, bajo una lluvia de golpes, tratando de recordar por qué haces esa clase de cosas.

Todos los cursos, todos los consejos, todo eso que se supone que sabes tan bien en teoría, ¿dónde está a la hora de enfrentarte a la página muchas veces? Porque es ahí, en el ring de la hoja en blanco, donde se mide de verdad un escritor. Como ya dije hace mucho, el camino que hay entre la cabeza y la mano parece corto, pero el viaje se hace largo y descarrila, o no es capaz de crear en el papel todo eso que parece tan claro en la mente.

Los más veteranos saben que forma parte del proceso y la dificultad de escribir, que el objetivo no es hacerlo bien, sino hacerlo como sea. Una vez sobre el papel, ya puedes romperlo en pedazos o, con suerte, reescribirlo hasta que se parezca a eso que imaginabas. Pero es una labor de zapa y trinchera muchas veces, mientras echas de menos esas maravillosas y raras sesiones en estado de flujo.

La escritura se parece al resto de las artes. La pintura empieza con un boceto que vas perfilando, la piedra de la escultura no se parece a nada de lo que imaginabas al principio… Pero si comprendes que (casi) nada sale a la primera y perseveras (un verbo antiguo, otro elemento necesario que añade dificultad a la escritura) quizá puedas llegar cerca de donde querías. Sin garantías, claro.

He querido empezar el año recordando la dificultad de la escritura, no para desalentar a nadie de ella, sino todo lo contrario. Para ponerla en el lugar que le corresponde en estos tiempos en los que quedará aún más abaratada.

Y porque escribir, y sobre todo escribir bien, es una de las cosas más difíciles que puedes hacer, pero también una de las mejores.

Feliz año nuevo a todos.