Utilizo a menudo la expresión «juego de números», un préstamo anglosajón que se refiere a la estadística que hay tras las cosas. Es decir, a los números que viven debajo de los hechos y que, en muchas ocasiones, revelan cosas contrarias a lo que venden las palabras que «explican» los hechos. Son aspectos importantes que muchas veces quedan ocultos y pocos ven o, mejor dicho, muchos prefieren no ver.
Los números son sencillos, no los puedes retorcer en sí mismos ni darles dobles sentidos, aunque sí puedes retorcer el significado que les asignas con más palabras. Al fin y al cabo todo el mundo usa las estadísticas que quiere para su provecho. Eso significa que los números no mienten, pero nosotros sí, algo favorecido porque casi nadie se molesta en indagar más allá de la primera interpretación que nos dan.
Superar esa pereza (los números no son amables) e intentar descubrir el juego que hay debajo de las cosas nos da una imagen más completa, nos descubre la realidad. ¿Y a qué viene todo esto? A que hablo de cosas cada vez más peregrinas, porque al fin y al cabo esta es mi pequeña casa, y también a un comentario recibido en aquella diatriba sobre el número de rechazos literarios.
1800 no es nada
En ese artículo compartía algo de cierto juego de números que a veces se nos escapa y el comentario en cuestión mostraba cierta sorpresa ante el número de rechazos, ya que, aparentemente, tengo «un cierto número de seguidores en las redes».
Pues eso, aparentemente, porque en realidad ese número no significa nada y el seguimiento real es ínfimo, hasta el punto de ser puramente anecdótico. Hace ya años me abrí una cuenta de Twitter y, a saber por qué, algo más de 1800 personas me siguen en ella.
¿Qué dimensión tiene ese número? Ninguna.
En lo que se refiere a porcentaje de seguidores o de interesados en lo que pueda o no escribir, es prácticamente nada.
Porque en el juego de números tras las redes sociales y otras cosas que no importan, no hay que dejarse engañar por las primeras impresiones. Como yo no soy significativo, ni se pueden extraer lecciones de un número tan reducido como 1800, voy a poner otro ejemplo que es mucho más ilustrativo en cuanto a seguidores y artistas.
La historia y los números de Adam Ellis
Adam Ellis es un tipo hasta arriba de talento (del que importa, el construido a base de trabajo). Sigo sus cómics en Instagram, pues esa red social la uso, casi exclusivamente, para estar pendiente de esa clase de artistas gráficos emergentes que me gustan o hacen gracia.
Ellis tiene más de 1 millón de seguidores en Instagram y más de 980.000 seguidores en Twitter.
En Facebook no lo sé, nunca he tenido de eso, pero es probable que tenga alguna página con cifras similares (o no, de veras que no tengo idea ni quiero). De todas formas, voy a ser conservador para este juego de números y decir que, dado que se solaparán seguidores en varias redes, tiene en total un millón y medio de personas distintas que le siguen.
Lo merece de veras y hace poco dejó su trabajo en Buzzfeed para ponerse por su cuenta y tratar de vivir de sus cómics y su arte. Bien por él.
Para ello, entre otras cosas, ha creado una página en Patreon donde sus fieles seguidores pueden aportar cada mes cantidades que van, desde 1 dólar, hasta 30 como máximo, a fin de apoyar su trabajo y, a cambio, aparte del entretenimiento y buenos ratos, esos usuarios reciben contenido exclusivo. En esa página de Patreon uno puede ver el verdadero seguimiento que implica rascarse el bolsillo para apoyar el talento artístico que sus cientos de miles de seguidores le alaban.
¿Cuántos «mecenas» tiene Adam Ellis en Patreon? A la hora de escribir esto: 610.
Si calculo respecto a su cifra (muy) conservadora de seguidores totales eso es un 0,04% de todos los que le siguen en las redes.
No un 4 por ciento, no un 1 por ciento siquiera. Si coges el 1% y lo divides por cien, además de estar a punto de encontrar el átomo, solamente 4 partes de esas diminutas 100 que componen ese diminuto 1 son las que le apoyan.
Y calculando desde la cifra conservadora.
Es posible que los 600 estén dando 30 dólares y Adam gane un buen dinero, ojalá, pero, francamente, creo que la gran mayoría estará dando bastante menos. Y ese es el juego de números debajo de todas esas K’s y M’s que hay tras las ansiadas e hinchadas cifras de las redes sociales.
No voy a meterme mucho más a analizar, porque creo que se explica solo a la hora de poner en perspectiva el alcance online, la importancia de las redes y esas cosas.
Por eso 1800 no son nada, por eso no significan más que ruido y sobreestimarse a la hora de un apoyo real a una labor creativa. Por eso, una vez más, damos vueltas al humo.
Una curiosidad más y termino
Termino con un hecho curioso sobre Adam Ellis no relacionado con todo esto. Hace un tiempo, en Twitter, Ellis empezó a contar una historia genial sobre que estaba solo en casa y empezó a experimentar fenómenos extraños. Muy buena, tuvo a todo el mundo en vilo.
Algunos días después, un tal Manuel Bartual empezó a dar una turra insoportable con algo… digamos que bastante «inspirado» en lo que había hecho Ellis.
¿Casualidad? No sé, allá cada cual.
Luego creo que Bartual volvió a la carga publicitando algo de una marca y ya no estoy muy seguro de qué fue de aquello o de él. Pocas veces hice tanto mute y unfollow como en aquellos días.
No me extiendo más, simplemente creo que es interesante observar el juego de números que hay debajo de las cosas, en vez de escuchar tanta palabra que nos vende. Y luego ya, con letras pero también números, formarnos una opinión propia con criterio.
Una quimera, lo sé.