Me han preguntado varias veces que para qué escribo aquí cada semana desde hace 21 años y, antes que aquí, en otras webs que ya se perdieron. Que cuál es el objetivo y qué pretendo conseguir con esta maratón hacia ninguna parte, porque con la escritura siempre parece que hay hacer algo más y no es suficiente por ella misma.
También varias veces, algún gurú del «marketing literario» y la «marca personal», me ha dicho que la tengo desaprovechada. Que si debería optimizarla para SEO, escribir para el algoritmo y no lo que me dé la gana, enfocarla en acrecentar mi lista de correo y mil cosas igual de cansinas.
Para todos esos, la respuesta siempre ha sido la misma: «Por allá está la salida».
A muchos no les entra en la cabeza que haya estado pagando más de 20 años de alojamiento, renovaciones de dominio e incontables horas de escritura o mantenimiento técnico, si no es algo que supuestamente ayude a mi carrera literaria o algo así. Hoy ya no se concibe que algo se haga por amor al arte, especialmente, el arte.
No estoy muy seguro de en qué cruce tomamos el desvío de «pragmatismo o nada», pero lo volvió todo insufrible y aburrido.
Supongo que esta página es una ventana de dos direcciones, por la que gritar y quizá verme un instante cuando paso por delante de ella cada semana. Es un cajón de madera al que subirse a predicar locuras en una esquina, a la vez es terapia para esa locura y también un lugar que, quizá, me sobreviva un tiempo como último rastro que se acabará apagando un día cualquiera sin ceremonia y, mucho antes que eso, se habrá dejado de leer.
Esta página es otra más de las millones que he escrito y ya está, solo que no se acaba, como aquel papel continuo que usaba Kerouac. Esta página no es más que otra forma de escribir y eso me parece suficiente motivo por sí mismo.
Pero es cierto que muchos me han preguntado qué narices estoy haciendo con todo y uno de esos muchos soy yo.
Y a pesar de lo que he escrito aquí, lo cierto es que no tengo otra respuesta más allá de que lo que yo siempre he querido ha sido contar historias y que, de pequeño, si me dabas un papel lo llenaba de palabras y supongo que hay cosas que nunca cambian.