Hoy, un tema habitual en la cabeza de muchos escritores, o más bien de los más jóvenes y los más locos.
Hace poco, el autor Mason Currey, en su newsletter, hablaba de una reciente entrevista a Courtney Love en un podcast con Bella Freud, la bisnieta de Sigmund Freud, que hay que ver cómo son los cosas y lo mucho que puedes explotar un apellido por €€€. La cuestión es que en esa entrevista se produjo este diálogo cuando Freud le pregunta a Love qué habría hecho con su vida de no haber sido cantante.
Love: Si no hubiera hecho lo que hice, probablemente sería diseñadora de moda. Respecto a lo cual, nunca quise un plan B, y cuando me ofrecieron ese trabajo, literalmente se lo di a una amiga. Porque si tienes un plan B, vas a seguir el plan B. Eso siempre es así.
Freud: Sí, muy cierto. Ese es un muy buen consejo: nunca tengas un plan B.
Love: Es realmente la verdad. Si tienes un plan B, lo vas a seguir.
Igualmente, Currey también saca a colación a Brian Eno y su famoso discurso de 2015, donde da un consejo a los jóvenes artistas.
A menudo me piden que vaya a hablar a escuelas de arte, y rara vez me invitan de nuevo, porque lo primero que siempre digo es: Estoy aquí para persuadiros de que no tengáis un trabajo. Y en ese punto, los profesores siempre se ponen un poco nerviosos, ya que a menudo consideran que su tarea es, de alguna manera, allanarte el camino hacia un trabajo. Mi primer mensaje para la gente es: Intentad no conseguir un trabajo. Eso no significa intentad no hacer nada. Significa intentad dejaros en una posición en la que hagáis las cosas que queréis hacer con vuestro tiempo, y en la que aprovechéis al máximo cualesquiera que sean vuestras posibilidades.
No había escuchado a Eno ni falta que me hacía para, ya desde muy joven, considerar que lo mejor que se podía hacer, con este milagro breve y extraño que es la vida, era tratar de aprovechar el máximo tiempo posible haciendo algo que me llenara.
Dicho lo cual, ambos merecen el paredón por decir esas idioteces.
No sé si lo he comentado alguna vez, pero cuando oigo o leo algo así, estoy escuchando al ganador de lotería tratar de convencer a los demás de que la mejor estrategia para la vida es coger todos sus ahorros y gastarlos en boletos para el próximo sorteo.
Si yo dijera esto último, todo el mundo pensaría que estoy loco o soy idiota, y con razón. O peor aún, pensaría que lo que quiero es joder la vida de aquel a quien le digo eso.
Pero he aquí el poder de envolver las cosas en una buena historia, porque básicamente, es lo mismo que dicen Love o Eno (o la bisnieta de Freud cuando le da la razón de esa forma tan increíblemente estúpida y acrítica a Courtney). Pero como la idea viene envuelta en una narrativa supuestamente atractiva si no te paras a pensarla un segundo, he ahí el peor consejo del mundo.
Si sigues esas indicaciones tan maravillosas de quemar las naves para no tener manera de huir, te condenarás. Porque son cosas que se dicen por parte del uno entre un millón que ha sobrevivido o ha sido tocado por la suerte. Como los muertos no hablan, no conocemos (o no vemos) el destino de la gigantesca mayoría que lo intentó. Todos fracasaron y quienes más apostaron por eso, probablemente, más bajo cayeron, pero no tienen una plataforma para expresar su verdad. Y aunque la tuvieran, como la vida no es más que una constante batalla de narrativas, lo que dicen sería ignorado, porque no hay más sordo que el que no quiere oír ciertas cosas.
Al menos, Brian Eno reconoce esto en parte y aboga por una renta universal, pero la realidad de las cosas es que esto es suerte, contactos y lotería. Que son tres palabras que en realidad implican lo mismo.
¿Y trabajo y todo eso?
Sí, claro, has de haber realizado el trabajo (que ya de por sí, en el caso de la escritura, implica una enorme cantidad de tiempo invertido para poder ser mínimamente decente o para crear una obra completa), pero es que el trabajo raramente es el problema. Muchos de los que lo intentan han puesto ese trabajo sobre la mesa, pero apenas mueve la aguja.
De hecho, si uno revisa los libros más vendidos, ves que el trabajo ni siquiera es necesario, a tenor de que el otro día se me ocurrió hojear en mi biblioteca la primera página de un best-seller español muy conocido y me encontré con que, nada más empezar, describía a una mujer como de «quitar el hipo».
Ahí puedes ver lo que el trabajo, la calidad o eso tan nebuloso como el talento tienen que ver con triunfar o vivir de esto.
Cada dos por tres cuento que yo mismo me dediqué varios años hace mucho a escribir solamente. Y sí, mejoré como nunca, publiqué más que nunca, gané algunos premios y no marcó una diferencia, porque todas esas pequeñas victorias se diluyeron como vinieron.
Se diluyeron como los ahorros que tuve que emplear y tanto me costaron acumular previamente.
Lo voy a repetir una vez más para los de las últimas filas, el arte no es de bohemios, es de privilegiados, siempre lo fue, que no nos engañen las historias que suenan bien, no consumamos la droga que vendemos.
Y la vida es un tren sin misericordia. La factura de la luz no la tiene, el alquiler es el peor enemigo de la humanidad, los trabajos piden cada vez más por cada vez menos sueldo. La vida cotidiana es una rueda de hámster de la que, si te bajas (o si te caes) es muy difícil volver a subir.
Esa es la realidad pero, por supuesto, allá cada uno con ella.
Hace poco, Gabriella Campbell resurgió de las sombras para comentar que el mejor trabajo de un escritor era ser fontanero y es verdad. No tiene encanto, glamour o historia, pero probablemente es la solución menos mala.
Para mí es algo tarde, yo trabajo con mi cabeza, cometí el error de tratar de hacer de mi habilidad escritora un oficio y eso me drena creativamente. Por eso también escribo antes de que empiece el día, porque si no, ni queda tiempo ni queda energía, que es lo más importante.
Y Gabriella tiene razón. A tenor de mi experiencia cuando lo he necesitado, ser fontanero es extremadamente rentable y no me parece que se vayan con el trabajo a casa al terminar. Esa es la situación ideal, trabajar con las manos, escribir con la cabeza.
Los artistas vivimos de la ficción en más sentidos que en uno y es importante no caer en las trampas que nosotros mismos tendemos.
PD: No seré yo quien defienda que lo digo es lo correcto ni unas tablas de la ley. Y ni mucho menos, me voy a poner de parte de la vida cotidiana, siendo un colaboracionista de lo que nos dicen que debe ser. Yo mismo no lo he cumplido y no lo cumplo muchas veces, pero tiene un precio demasiado alto y del que se habla demasiado poco. Desde luego, demasiado poco comparado con las chorradas de quienes hace mucho que ya no pisan el mismo suelo de los mortales gracias al boleto premiado. La vida cotidiana es una mierda, pero tiene pozos y sótanos en los que caer es fácil y salir muy difícil.