Hoy iba a hablar de otro tema, de obsesiones y su papel en la escritura, al menos en mi experiencia. Pero se ha cruzado por delante una de esas cosas que crees que todo el mundo debería leer, así que aquí estamos.
Conecta con algo de lo que he hablado aquí a menudo y creo que es importante recordarlo, especialmente, por aquellos que se encuentran (nos encontramos) perdidos. Que no sé si hay otra forma de estar en esto de la escritura, pero resulta que, de ser así, no es todo lo malo, al contrario.
De hecho, tengo la sospecha de que es el estado natural cuando caminas por estas tierras y, aunque no lo parezca, el mejor posible.
Terry Riley en un compositor californiano que, a sus 90 años y con la carrera que tiene (porque no ha dejado de tocar, solo de viajar al extranjero), creo que merece ser escuchado.
Riley habla a menudo de que las mejores cosas no las «creas», sino que te «vienen», al menos en forma de semilla que luego hay que cultivar y cuidar, pero hoy me resulta más interesante esto que dijo en 2022.
Si sabes lo que estás haciendo en el arte, lo estás haciendo mal. Es una máxima muy buena. Si no sabes lo que haces, vas por buen camino, porque estás abierto a un mundo de posibilidades. No quieres tener esas posibilidades ya dentro de ti, tienes que invitarlas a entrar. Así que, como artista, debes crear una cultura que invite a las ideas.
Para mí, dejando para otro día que las ideas vengan, se generen, inviten o respondan a cualquier otro tipo de magia, la clave es que encontrarse perdido no solo es el estado natural, sino el deseable a la hora de crear.
No saber qué camino tienes ante ti resulta desasosegante, porque la necesidad de control es demasiado humana, pero en lugar de evitar eso o luchar, creo que hay un valor en tener otra relación con esa sensación. Al menos, la de considerar que quizá es el mejor estado en el que te puedes encontrar.
Y a lo mejor esto elimina un poco del desasosiego y seguramente no, pero no es lo importante.
Los demás parece que lo tienen todo muy claro, pero eso solo ocurre en los que fingen, mienten o son tan tontos que no se dan cuenta de cómo son las cosas en realidad. De hecho, tengo la sospecha nada secreta de que nadie sabe lo que está haciendo, especialmente, quienes creen que sí. Pero está bien, ese punto en el que nos sentimos perdidos es el que tiene el potencial de todas las posibilidades, como dice Riley.
Incluyendo la de esos escasos momentos en los que por fin escribes lo que quieres como quieres, algo que solo ocurre cuando te pones a hacerlo, porque la cabeza y la imaginación son engañosas. Ahí todo parece claro y perfecto, pero la verdad está en la página.
Todo esto me da pie a recrear una cita de uno de los libros más bellamente escritos que he leído nunca: París era una fiesta, de Hemingway. En él, Gertrude Stein bautizó a la legendaria generación de Hemingway, Joyce, Pound, Firzgerald y compañía como La generación perdida. Pero Hemingway lo resumió mucho mejor:
Pensé que todas las generaciones se encontraban perdidas por algo y siempre ha sido así y siempre lo será.
Y sólo en ese punto de angustia, vértigo e incertidumbre todo es posible.