Alguna vez he hablado del inmenso poder de las historias, el cual tiene un lado oscuro, porque ya lo decía Doris Lessing:
No hay duda de que la ficción hace mejor trabajo que la realidad.
Por este motivo triunfan, de manera rampante, conspiranoias, consignas disparatadas, bulos o narrativas sin un asomo de realidad, pero invulnerables a cualquier evidencia, racionalidad o prueba.
Esa prueba no importa y la evidencia no funciona, porque quien tiene la mejor historia, gana. Por eso la realidad palidece frente a la ficción.
Esto lo han sabido muchos desde siempre, creando mitologías y cuentos para persuadir y manipular.
Quizá lo peor es que esas historias no suelen ser demasiado buenas, sino clichés mediocres, que repiten los mismos esquemas simples desde antiguo. Sin embargo, son poco originales por una buena razón: Estamos programados para que cierto tipo de cuentos encajen y resuenen dentro de nosotros, creando emociones, que es lo que nos motiva realmente a hacer algo.
¿Ejemplos de historias de este tipo?
«Estás oprimido y mereces más». Por supuesto sin necesidad de hacer nada, sólo por derecho de nacimiento en un país, creer en una religión determinada o tener un color de piel concreto. Tú lo mereces todo y los paganos a tu causa, nada.
«Nosotros contra ellos». Que no hay ellos ni nosotros, pero es importante crear divisiones artificiales basadas en conceptos aleatorios, como de nuevo el país en el que naciste, el género o hasta el equipo de fútbol, por idiota que sea.
«El chivo expiatorio». Tú no tienes la culpa de tu vida de mierda, sino el inmigrante, el país de al lado, el gobierno, los rojos, los azules o qué más da el enemigo. Se usará el que mejor encaje en tus prejuicios y neuras personales. Lo importante es que a ti te exonere de cualquier responsabilidad sobre lo que te ocurre y, sobre todo, que evite apuntar a los verdaderos culpables.
«El sueño americano». Que llamo así por las viejas películas, pero esa fantasía adquiere muchos otros nombres, como cultura del esfuerzo, meritocracia, etc. Sirve para hacerte creer que te sentarás a la mesa de los de arriba si te esfuerzas lo suficiente, pero va a ser que no, porque en realidad, el juego y el contexto están trucados.
O como decía el legendario cómico George Carlin:
Es un gran club, y tú no estás en él.
Estas y otras historias se han usado desde el foro griego y seguramente antes, desde que empezamos a comunicarnos. Ya entonces, unos pocos se dieron cuenta de que somos mucho más manipulables de lo que creemos y que, lo único que hace falta para eso, es la historia adecuada.
Ella despertará la todopoderosa emoción que cortocircuitará cualquier razonamiento y nadie es inmune a esto. Especialmente, los que creen que esto no les afecta, porque son demasiado listos como para caer.
nEsas son las víctimas favoritas de las historias.