Hace mucho tiempo, alguien me dijo que «Las palabras no son suficientes para ciertas cosas, escritor», y es verdad. Hablar es agotador y, sin embargo, algunos no se callan, porque las palabras pueden no ser suficientes, pero embarran.
Y otras palabras pueden no ser suficientes, pero consuelan.
Hoy es uno de esos días para mí en los que las palabras no son suficientes, pero de todas formas, he aquí dos poemas que me gustan, que creo que deben ser más leídos.
Reconozco que yo mismo no soy muy lector de ella y, en una ocasión, le dejé a un amigo un libro de poemas de Leopoldo María Panero, porque me dijo que quería leer algo del género, que le recomendara, y elegí ese libro de entre los que tengo en mis estanterías, uno breve, uno poderoso. Pensé que le removería como a mí, pero lo cierto es que me lo devolvió diciendo que le había dejado bastante frío, que quizá él no era tan «leído» o no lo había entendido, pero lo cierto es que no hay nada que entender.
No sé, historias a ninguna parte y dos poemas.
El viaje definitivo, Juan Ramón Jiménez
…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Tormenta de verano, de Karmelo Iribarren
Están cogidos de la mano en silencio, bajo los soportales.
El niño mira su columpio, muy triste, bajo la lluvia, y no lo entiende.
El padre mira al niño: es la vida, hijo -quisiera poder decirle-, y no ha hecho más que empezar.