Quemarte por culpa de escribir

No sigo mucho otros blogs de escritores o sobre escritura, igual que apenas sigo ya Twitter, en un viraje a convertirme en (más) ermitaño (todavía). Pero por las pocas últimas vueltas que me he dado, parece que la mayoría de los que mantienen webs, cuentas y demás se han tomado vacaciones en esto de escribir y hacen bien. Unos aducen (como si tuvieran que dar razones de por qué deciden algo) que en agosto la gente sale al mundo exterior y sus playas (sean esas dos cosas las que sean, yo ya me he olvidado), así que nadie está atento a los blogs. En otras ocasiones ocurre porque vienen esos momentos de bloqueo, de no saber sobre qué escribir en tu web o incluso en tus páginas. Yo, obviamente, no tomo vacaciones. Ni siquiera en Nochevieja, donde desde hace unos años publico un relato como tradición tonta. Esas cosas sí que no las lee nadie y no es culpa de agosto… Cada miércoles también cuelgo algo aquí. Por supuesto no me he planteado una obligación suiza de hacerlo y es posible que, por los achaques de la edad o porque algún día se me ocurra asomar la nariz más allá de mi ventana, alguna semana esto se quede huérfano o a la siguiente haya dos textos. Independientemente de eso, todos los días escribo. Siempre estoy con alguna historia y, eventualmente, garabateo cosas como esta u otras, que no son ficción y se quedarán, en la mayoría de las ocasiones, sumidas en la oscuridad a la que pertenecen. No me funciona dejar de escribir. No me funciona tomarme descansos. Obviamente, igual que todo el mundo, algunas mañanas desoigo a Hemingway y me levanto sin saber sobre qué escribir ese día, ni en lo que se refiere a historias ni en lo que se refiere a otros temas. Esas veces me obligo a enfrentarme con el bloqueo, porque entiendo que escribir no siempre va a ser bonito, que querer a algo o alguien (escritura incluida) no vale sólo cuando a uno le conviene, y que hacerlo únicamente cuando uno tiene un montón de cosas en la cabeza que luchan por salir no me parece muy meritorio. La escritura, muchas veces, no es fácil ni surge sola, es su naturaleza difícil y creo que hemos de abrazarla como escritores. Es mi opinión (y sólo eso, así que no voy a escribir mi verdad en la piedra ni necesito que alguien me arroje la pedrada con la suya escrita) que esa faceta no tan bonita de la escritura no importa, que hemos de aprender a convivir con los días malos y los bloqueos, escribir a pesar de ellos y mientras nos miran, aunque sólo sea una coma. Y si no sabes de qué escribir, hacerlo sobre cualquier cosa. Creo que el tema del bloqueo que muchas veces veo por ahí no viene tanto por no saber qué escribir como por la noción de: «No se me ocurre qué escribir que crea que pueda interesar a la gente». Esa frase, además de un pecado de composición y palabras difusas es el reflejo de una mentalidad basada en no escribir lo que uno desea, sino en el peligroso juego de tratar de dar a los otros lo que piensas que quieren. Un juego que estás condenado a perder. Si escribes lo que tienes dentro, quizá conectes con algunos y otros te odien, eso sería lo ideal (lo de la conexión, lo del odio no tanto, pero es un efecto secundario que raramente no viene de la mano, estoy esperando esa estrella solitaria que caiga sobre Escribir bien como una Perseida ahora que es temporada). Pero si optas por la vía contraria, intentar leer la mente y escribir sólo lo que crees que la gente quiere leer (aunque te parezca un asco y odies componer esos artículos que te han dicho que te generarán una audiencia) entonces no sé qué haces escribiendo. Para empezar, porque no vas a generar audiencia ninguna para tus historias de ficción así, desengáñate de una vez. Para seguir, y lo que es más importante, si secuestras tu escritura y la amoldas a lo que crees que les gusta a otros y no a lo que sale de «dentro», no me extraña que uno se queme, necesite descansos, actualice sus webs una vez cada plenilunio porque no sabe qué decir y el próximo libro esté siempre pendiente en borradores. Se ha comprobado a menudo que lo mejor que puedes hacer para odiar algo que amas es hacerlo por dinero, ser un mercenario y que alguien te diga lo que tienes que hacer y cómo. Aunque ese alguien sea la obligación difusa que crees que tienes con «tu audiencia» y lo que crees que tienen en la cabeza, lo cual te va a mandar como un jefe aquello sobre lo que «tienes» que escribir. Si alguien te empezó a seguir por lo que escribes, te sigue por lo que escribes. Si cambias los papeles, intentas adivinar su gusto y seguirle tú a él escribiendo sobre lo que crees que quiere escuchar, le acabas de dar la vuelta a lo que le trajo en primer lugar. Su gusto eras tú. No me extrañaría que no durara mucho la relación y se vaya con otro que no que repita los mismos dictados de siempre. Porque esa es otra, si haces eso, estás haciendo lo que la mayoría hace, porque piensas que es así como se vende, cómo se consigue un púlpito o como se hace crecer la curva del Google Analytics. Tres cosas que no importan una mierda ni te puedes llevar al banco ni a la tumba. Te has convertido en uno más de todos esos que hablan sobre lo mismo con el mismo tono y regurgitan palabras parecidas. Me fascina el esquema de pensamiento que concluye que la mejor manera de destacar es ponerse a hacer lo mismo que el resto, pero allá cada uno. Ah, y respecto a eso de: «Para qué escribir en agosto si nadie te lee», me parece una proyección de una opinión no comprobada. Típico en los temas que rodean a la escritura. Si no escribes, obviamente nadie te lee ni te visita. En mi caso personal he ido a mirar por curiosidad mis estadísticas, no imaginaba que venían más de diez despistados, pero lo cierto es que no he visto ningún bajón especial respecto a otros meses y, de hecho, el doble de gente ha visitado este rincón en los primeros 15 días de agosto que en los de 15 primeros de julio (y, ya que estaba y no voy a volver hasta octubre o así, me ha visitado un tercio más de gente que la primera quincena de junio). La poca costumbre de preguntarse si los dimes y diretes son ciertos. Todas las cosas tienen un final y todas las tierras picos y valles, es lo que las hace bonitas de verdad, no bonitas falsas de Instagram. La escritura tiene fondos muy oscuros: salva, harta, te peleas y a veces ese sexo de reconciliación con ella merece la pena. Así es el amor. Si hay quien necesita distanciarse, está bien. La escritura es casi humana en que es desagradecida, da poco cuando das mucho, da mucho inesperadamente y, cuando vuelves tras un tiempo alejado, costará otra vez que te mire como antes. Y tú harías lo mismo con los papeles invertidos, no digas que no. A cada uno le funciona lo que le funciona. Para mí, escribir en tiempos de sequía, lo que sea, ayuda a ver y vivir la escritura como el todo completo que es, no como la falsa ficción de gozo constante ante la página y fama imposible después de acabarla.