El buen propósito

El buen propósito

Tras el relato efímero de ayer, se va el dragón y llega la serpiente. Llegan los propósitos y el este año sí. No soy de promesas porque he visto lo que les ocurre, así que supongo que, para 2025, todo se resume en lo que comentaba la cantante Cindy Lee hace un par de semanas:

No creo que importe el cómo, sino justificar y encontrar el tiempo para hacerlo, sea como sea.

Hacerlo es lo importante, creo yo.

A trancas y barrancas, tropezando o en flujo, a veces bien y la mayoría mal, pero ya lo arreglaremos luego, ya daremos forma al fango, que de eso se trata. Crear es un camino que se retuerce sobre sí mismo como la serpiente del año que llega y ya hemos consumido demasiado, así que quizá es hora de darle la vuelta a eso, porque nos ahogamos en contenido y mierda derivativa superficial, no nacida desde un lugar de arte, sino de consumo, de monetización y distracción, soma de baratillo hacia ninguna parte.

Nos inunda ese contenido de comida rápida que invisibiliza el arte y a quienes lo practican, enterrándolos bajo toneladas de mierda olvidable, propulsada por la mal llamada IA, la puñalada del dinero en el corazón del arte, con la esperanza de matar de una vez por todas lo único que no pudo comprar, entender o practicar, así que hará lo de siempre, tratar de eliminar lo que no comprende ni domina, lo que siempre estará fuera de su alcance. Tratará de destruirlo desde la imitación mediocre y sin alma, esperando que te unas a eso con las mismas promesas falsas de siempre y si no, mintiendo con que es inevitable, con que la resistencia es inútil.

La resistencia es fútil, serás asimilado

Es otra mentira más, como todo lo que promete.

El arte aún sobrevive por los rincones y hay que buscarlo activamente, pero también crearlo, porque, aunque te digan lo contrario y parezca lo contrario, los artistas siempre fueron escasos y hoy, todavía más.

Hoy se concibe cada vez menos el crear porque sí, te lo quieren cambiar por un botón que te roba el viaje, el crecimiento y el aprendizaje. O mejor aún, ni siquiera eso. Tú estate quieto, no te preocupes, siéntate tranquilo que, al pestañear dos veces, será otra vez diciembre y la vida serán buenos propósitos y nada más.

Hay más estímulos y contenido que nunca, pero menos arte que nunca. El porcentaje que ocupa es cada vez más pequeño al fondo de millones de vídeos de baile idiota, contenido regurgitado, influencers y gurús de medio pelo. Hay una enorme diferencia entre consumir contenido y experimentar un arte que, si es lo bastante bueno, cumplirá su función más importante, inspirará a hacer más.

Este es tan buen año como cualquier otro para hacer caso a esa llamada y lo que hagamos no tiene por qué ser «bueno», sólo tiene que ser. El arte y la creación son lugares de libertad, no pasa nada si nuestra forma no es perfecta ni se parece a la de los que admiramos. No creamos para imitar, sino para encontrar cómo somos a través de lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Porque de verdad que el último día de este año de la serpiente está a un pestañeo de distancia y entonces, echaremos la vista atrás preguntando que dónde está todo ese tiempo que teníamos.

Ahora mismo, está delante de nosotros y lo mejor que podemos hacer con él es dedicarlo a crear y a inspirarnos con el arte de verdad.

Parece imposible vivir ya sin estímulos ni ruido, pero cuando lo apagas, cuando haces clic y cierras todo, puedes oírte si superas ese primer silencio inquietante. Muchas veces, no nos gustará, porque pocas cosas son más ciertas que el hecho de que todos estamos huyendo de nosotros mismos, así que correremos de nuevo a encender los estímulos y la distracción.

Pero el poder del arte es que permite coger lo que no te gusta, lo que duele y aquello de lo que huyes, y hacer algo mejor con eso.

Y que creo de veras que ya hemos consumido bastante, así que es hora de crear.