Una simple nota al margen

Esta es sólo una breve historia, una nota al margen nacida porque me dedico a hacer casi todo excepto lo que debo. Estaba pensando cómo resolver algo importante y pasó por Twitter la imagen de un libro, que el escritor comenzaba con una cita y la cita era:

Ríe y el mundo ríe contigo; Llora, y llorarás solo.

Y como pie de cita le había atribuido la autoría a Old boy, la excelente película coreana. En la película se dicen las frases, pero ese no es el origen, es de la escritora Ella Wheeler Wilcox y no, no me las voy a dar de sabio diciendo que conocía el nombre de Ella, pero sí sabía que no era de la película y lo he buscado. Creo que merece dejar aquí esta nota, por si alguien, algún día, pasa por aquí y siente curiosidad.


[ut_one_half] Laugh, and the world laughs with you; Weep, and you weep alone. For the sad old earth must borrow its mirth, But has trouble enough of its own[/ut_one_half] [ut_one_half_last] Ríe y el mundo ríe contigo; Llora, y llorarás solo. Pues la vieja triste tierra debe tomar prestada su alegría Pero bastante problema tiene ya por sí misma. [/ut_one_half_last]


El New York Sun publicó el poema completo por 5$ y se pudo leer por primera vez un 21 de febrero de 1883. Lo tituló Soledad. Como cuando agarro algo que llama mi atención me cuesta soltarlo hasta que mi obsesión lo ha exprimido, he estado leyendo sobre el poema y su autora. Wheeler, que desarrolló su obra a finales del XIX, encontró la inspiración para esos versos en una joven viuda. La vio llorar en el tren que la llevaba a la recepción de un gobernador. “Novia de un año, viuda de una semana, una chica encantadora que había visto radiante de felicidad la última vez”. Se sentó a su lado, la consoló durante largo rato y se bajó del tren contagiada de ánimo triste. Al llegar a casa, tras una velada taciturna y ante el espejo, recitó los dos primeros versos del poema. A partir de ahí se ha citado en muchas ocasiones y no pocas sin saber quién lo creó. Ella Wheeler no lo sabría entonces, pero compartió algo más que asiento con su musa, compartió destino y enviudó, sabiendo lo ciertos que eran los versos. Su marido y ella pactaron que, el primero que muriera, se comunicaría con el otro desde el más allá, por cualquier medio que fuera. Ella sufrió mucho con la muerte de su esposo y aún más cuando éste rompió su promesa y permaneció en silencio. Personaje colorido del “revival” ocultista de aquella época, en cierta ocasión le dijeron de un poemario “que era un perro muerto, que lo dejara estar”, era el décimo editor que la rechazaba. Pero el undécimo le pagó 75 dólares de la época por publicarlos. Y por hoy ya vale, que mis notas breves nunca acaban siéndolo, pero quería hacerla. Quizá no importe mucho o que sea el capricho de hoy de mi obsesión. Pero esos versos son suyos, ella y su musa merecen que se sepa.