Ya sabes la vieja frase: «Sé tú mismo, todos lo demás ya están cogidos». Y es verdad y suena bien, pero supone varios desafíos.
El primero es que, para ser tú mismo a la hora de escribir, primero tienes que ser otros. Un imitador de todos esos que admiras y todos esos que te dan forma mientras los lees.
Es algo inevitable, una fase natural del aprendizaje hasta que, de entre todas esas palabras prestadas, empiezan a surgir las propias. Al principio son como esas plantas entre las grietas del asfalto, hasta que poco a poco rompen todo el cascarón y forman tu propio jardín, el sitio de tu recreo.
Eso si tienes suerte y eres capaz de salir de esa etapa en la que imitas lo que ves, lo que lees, las tramas, los personajes y los argumentos: el enésimo detective maldito, el enésimo elegido por la profecía, el enésimo triángulo amoroso.
Cuando miras atrás sientes esa incomodidad y un poco de vergüenza al leerte, pero eso también forma parte del aprendizaje de la escritura.
Esa fase de imitación encierra una trampa, la de quedarte ahí para siempre por el motivo que sea: comodidad, no perder la pizca de adulación que hayas conseguido, miedo a dar otro paso más allá sin saber dónde te llevará…
Si no consigues salir de esa prisión (a veces agradable), estás condenado a escribir el mismo libro que pertenece a otros una y otra vez, yéndote, como decía la cita apócrifa, con tu canción todavía dentro.
Y si consigues atravesar ese desierto (uno de tantos en el oficio), tampoco garantiza nada, porque la vida no es un libro de Coelho.
No vas a tener fama, no harás que el mundo te quiera ni conspire a tu favor. De hecho, probablemente ocurra lo contrario.
A la gente no le gusta que le recuerden, especialmente, con el ejemplo, que podrían haber seguido otro camino que se pareciera más a aquello que imaginaban cuando aún creían en cosas.
La vida es una caja de cangrejos 1
Lo que conseguirás siendo tú mismo es, con la suerte que hace falta para todo, la satisfacción de decir lo que has venido a decir escribir, de la forma en la que has venido a escribirlo. Y, a la vez, minimizarás el arrepentimiento, que me parece más importante aún. Al fin y al cabo, todas las historias de los últimos momentos de las personas se parecen cuando dicen que ojalá hubieran pasado más tiempo con los que querían y lo que querían.
Así que, si eres de los que sólo sabe amar las cosas torcidas y por eso eligió la escritura, no queda más remedio que tratar de leer lo que puedas, escribir lo que puedas por el límite de las cosas y buscar qué hay en ti más allá de lo que sembraron otros escritores con sus libros.
Y que un día, en medio de la hoja, como en medio del asfalto, veas que ha crecido una pequeña planta que reconoces como tuya.
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La caja de cangrejos es como lo de irte con tu canción todavía dentro, un dicho apócrifo que cuenta que si pones a un cangrejo en una caja, este intenta escapar. Pero si pones a muchos cangrejos, y uno intenta salir, los demás tiran de él hacia dentro. No he metido cangrejos en una caja, pero no creo que ocurra eso e imagino que todos tratan de salir como sea. Tampoco pasa nada, es una buena historia y, como muchas de las mejores, seguramente no es verdad y da igual. ↩︎