¿Por qué cuesta tanto escribir?

¿Por qué cuesta tanto escribir?

Todos los que escribimos, de una manera u otra, no querríamos hacer otra cosa y fantaseamos con el hecho de levantarnos y pasar las mejores horas del día contando historias. Ojalá no preocuparse del dinero y todas esas cosas que nos dicen que importan, pero en realidad, no.

Y, sin embargo, siendo lo que más deseamos, también es lo que más nos cuesta. Porque pasan los días y otra vez lo has dejado para luego, o has juntado cien palabras mediocres sólo para poder decirte que por hoy ya vale, que pagaste el tributo, aunque sabes que no es cierto en el fondo.

En nuestra cabeza, la fantasía de escribir aparece perfecta y clara, pero la queja más común es la de no tener tiempo, que muchas veces significa que, cuando lo tenemos, elegimos hacer cualquier otra cosa de todos modos, como perderlo con el móvil o poner una serie.

¿Por qué ocurre eso?

Uno de los motivos para no escribir, no edulcoremos la realidad y seamos cómplices de esta mierda, es que todos vamos hasta arriba con mil cosas y el contexto está diseñado así adrede. Que los días parecen consistir en superar por los pelos obstáculos fastidiosos, mientras montamos una rueda de hámster. Has de comer, has de dormir, has de trabajar porque un dios furibundo nos echó del paraíso. No hay tiempo y cuando hay tiempo no hay fuerzas, porque tu cuerpo y tu mente están agotados de lo que han tenido que hacer, o de pensar en lo que queda todavía.

Es un motivo perfectamente legítimo, porque no hay por dónde encontrarle el sentido a esto, no importa las vueltas que le des tratando de buscarlo.

Del mismo modo, hay más distracciones que nunca, las cuales se aprovechan de cómo funcionan nuestra cabeza y nuestra atención para secuestrarlas. Es lo que siempre se ha intentado, solo que ahora, con el móvil en el bolsillo y la conexión a toda velocidad en casa, este fenómeno ha multiplicado su potencia por mil.

Sin embargo, también hay otra razón fundamental por la que no te pones a escribir, incluso cuando tienes el tiempo e incluso las fuerzas.

Es el hecho de que escribir supone enfrentarse a lo importante y a nuestras limitaciones. A que en nuestra imaginación, la fantasía de escribir permanece intacta, pero hacerla realidad implica muchos arranques en falso, muchos tachones, que no parece que seamos el mismo escritor en nuestra cabeza que en nuestra realidad. Que no estamos a la altura y bastante sensación de ser inadecuados nos reparte ya la vida, sin necesidad de ir a buscarla.

Es demasiado incómodo, porque escribir es demasiado importante. Caer en la procrastinación, sin embargo, es una manera de decirnos que aún tenemos tiempo, que podrá ser otro día, que todavía podemos permitírnoslo. No hay mayor alivio que ese, porque es como si fuéramos jóvenes.

Sin embargo, sentarse a escribir es lo contrario. Es reconocer que el tiempo es limitado y que, si hemos de hacer lo importante, tiene que ser ya y va a costar siempre más de lo que imaginamos. Y merecerá la pena, claro, pero, mientras tanto, será muy incómodo, siempre lo es.

Hace poco, la escritora guineana Estefanía Mbá me entrevistó en un su blog y una de las preguntas fue que cuál es el libro que me ha costado más escribir. ¿La respuesta? El que esté trabajando en ese momento, porque me obliga a todo esto. A reconocer que no soy tan bueno como en mi imaginación, a que la escritura no es tan ideal como la pensaba, a que el tiempo es limitado y que lo que digo que es importante siempre queda para luego, enterrado bajo las mil pequeñas mierdas de lo cotidiano.