Lo más importante para ser escritor

Lo más importante para ser escritor

Alguna vez me han preguntado qué es lo más importante para ser escritor y, cuando me paro a pensarlo, no es el talento, desde luego, ni la inteligencia o la sensibilidad, ni una cierta mirada especial o todas esas cosas que se suelen repetir por ahí.

Si soy sincero, lo más importante para ser escritor es la tolerancia a la frustración. Porque sólo ella permitirá el tiempo y el trabajo suficiente para que surja todo lo demás.

¿Y cómo se cultiva esa habilidad?

Buena pregunta, no lo sé, pero puedo compartir lo que hace que no me venza (a veces). Eliminar la sensación de frustración es como querer terminar con otras cosas inevitables de este oficio, como la incertidumbre o el síndrome del impostor, un imposible que, además, resultaría perjudicial. Nada peor que un escritor que no duda, porque quien no duda, no piensa y escribir es pensar de otra manera.

Una parte de la tolerancia a la frustración tiene que ver con la exposición a la negativa, no hay otra manera.

Al principio, escuchar todo el rato que «no» duele bastante y con suerte te acostumbras. Al menos un poco, como el veterano en la guerra. Lo malo es que exponerse es terrorífico y, si consigues encallecerte, entonces el mayor peligro es que la indiferencia te acabe devorando y dejes de intentarlo igualmente. No porque tanto golpe te noqueara en la lona, sino porque al final pienses que ya no merece la pena subir de nuevo a ella, porque se está muy tranquilo mirando el móvil mientras pasan los días.

Nos puede dar igual que nos lean o nos publiquen, el dinero o el reconocimiento, pero no nos puede dar igual escribir o no. Y será muy difícil, porque el contexto empujará para lo último y te preguntarás cada día por qué te esfuerzas, si no parece marcar una diferencia.

Puede marcar una diferencia en nosotros y eso debe ser suficiente. Nosotros debemos ser suficiente.

A muchos escritores no nos dijeron eso todo lo que nos hubiera gustado, pero no pasa nada, ya lo repito yo hoy.

La otra pieza de la ecuación para lograr la tolerancia a la frustración supongo que viene del tema principal que recorre buena parte de esta web: el hecho de que, para escribir bien y querer seguir haciéndolo siempre, uno debe expresar lo que lleva dentro y no lo que le exijan desde fuera.

Así, la escritura se convierte en una salida para esa necesidad ancestral e inevitable de expresarnos. En un fin en sí misma, como suelo repetir, en lugar de un instrumento para conseguir otras cosas, como la validación de los demás.

De no hacerlo así, la libertad se convierte en cárcel y, además, no sirve para cultivar esa tolerancia a la frustración, sino para justo lo contrario, alimentar esa horrible sensación de que lo que haces resulta en vano, el motivo por el que solemos dejar de escribir.

En mi caso, me salva la necesidad incontrolable que tengo de escribir lo que sea, aunque sólo sea como ejercicio para pensar, exorcizar lo que devora mi cabeza o encontrar un rato de consuelo y paz, porque las cosas de la vida aún no han encontrado el camino hacia mi escritura.

Siempre he dicho que escribir es una maratón, pero supongo que no es verdad. Una maratón implica una meta, algún sitio al que llegar. Que al final de la carrera hay medalla o, al menos, un aplauso de victoria o consuelo. Pero no hay nada de eso y supongo que escribir bien también consiste en no terminar nunca de hacerlo.