Lo ames o lo odies, Henry Miller escribía bien. Y, a pesar de esa imagen de bohemio de París hace cien años, era un trabajador disciplinado con una rutina férrea. Como prácticamente todos los escritores que hicieron algo y luego creaban esas narrativas de genio y caos alrededor de sí mismos.
Sabían que lo único importante es el mito y lo cultivaban, es una historia mucho más atractiva que la realidad del trabajador aburrido.
Y esa disciplina en el caso de Miller atendía a 11 reglas de escritura que seguir siempre, según él, y que me parece interesante compartir.
Son estas:
- Trabaja en una cosa a la vez hasta que la termines.
- No empieces más libros nuevos, no añadas más material nuevo.
- No te pongas nervioso. Trabaja con calma, con alegría y con temeridad en lo que tengas entre manos.
- Trabaja según el programa y no según el estado de ánimo. Detente a la hora señalada.
- Cuando no puedas crear, puedes trabajar.
- Cimenta un poco cada día, en lugar de añadir nuevo abono.
- ¡Sigue siendo humano! Queda con gente, ve a los sitios, bebe si te apetece.
- ¡No seas un caballo de tiro! Trabaja sólo por placer.
- Descarta el programa cuando te apetezca, pero vuelve a él al día siguiente. Concéntrate. Limita. Excluye.
- Olvídate de los libros que quieres escribir. Piensa sólo en el libro que estás escribiendo.
- Escribir es lo primero siempre. La pintura, la música, los amigos, el cine… todo eso viene después.
En general, son buenas reglas, contradictorias como la vida, porque, a veces, hay que ser caballo de tiro y es lo que hay, cosa que él mismo reconoce implícitamente en las reglas 4, 5 y 6.
Además de esos mandamientos, tenía su «Programa diario», al que hace referencia en ellos. Consistía en esto.
MAÑANAS:
Si estás aturdido, escribe notas y asígnalas donde corresponda, como estímulo.
Si estás bien, escribir.
TARDES:
Trabajo en la sección que toque, siguiendo escrupulosamente el plan de sección. No hay intrusiones, ni desviaciones. Escribir para terminar una sección a la vez, bien y del todo.
TARDE-NOCHE:
Ver a los amigos. Leer en los cafés.
Explorar lugares desconocidos: a pie si el suelo está mojado, en bicicleta si está seco.
Escribir, si se está de humor, pero sólo en un programa menor.
Pintar si se está vacío o cansado.
Tomar notas. Hacer gráficos y planos. Hacer correcciones de manuscritos.
Nota: Deja tiempo suficiente durante el día para hacer una visita ocasional a los museos o pintar un boceto ocasional o dar un paseo ocasional en bicicleta. Haz bocetos en cafés, trenes y calles. Dejar de lado las películas. Ir a la biblioteca en busca de referencias una vez a la semana.
Como vemos, incluso un agente del caos y la depravación como podía ser Henry Miller, tenía un plan, muy parecido al de la mayoría de escritores (trabajo por la mañana, lo demás luego). De hecho, era incluso demasiado rígido a veces, pura rutina en la que insertaba sus correrías, que también eran parte del programa a seguir.
Porque esa es la aburrida realidad del escritor.