La dura vida del escritor

La dura vida del escritor

A menudo, lo que hablo aquí tiene que ver con el hecho de que la vida del escritor es dura. Creo que hay que decirlo más en un contexto donde la narrativa dominante es: sigue tus sueños, cumple tus sueños, haz realidad tus sueños de escritor.

Sueños, sueños, sueños…

Una narrativa que, como la mayoría de las que son así, está hecha para vender y no para ser cierta.

La vida del escritor es dura, pero no quiero que eso se malinterprete añadiendo una connotación negativa.

Que sea dura no quiere decir que no sea satisfactoria. En esta vida, yo me he arrepentido de muchas cosas (y aprendido a desconfiar de quienes dicen lo contrario), pero jamás he tenido remordimientos de cada minuto dedicado a escribir.

Además, todo lo importante suele ser complejo y difícil. Vivir, querer o escribir lo es.

Y lo duro es lo único que te cambia y transforma, lo cual está bien, porque no hay peor vida que la que se repite hasta que se termina.

Por el contrario, lo superficial e instantáneo no tiene la fuerza suficiente para ejercer ninguna transformación y, de hecho, no pocos creen que cambiar es imposible. Pero quien lee sabe que un buen libro encierra ese poder, una historia encierra ese poder si está lo suficientemente bien contada.

Así que sí, escribir es duro y vivir de ello, imposible. Otra lotería más en un mundo en el que, como dijo Galen Strawson:

La suerte lo devora todo.

Es cierto y contar tu historia es una pelea constante en un entorno, cada vez más saturado, que parece conspirar en contra.

Pero no importa. De verdad que esa dureza no tiene nada de malo. De verdad que, si las cosas valen lo que cuestan, y creo que muchas veces es así, escribir debe estar entre lo más valioso que hay.

Porque escribir es, en esencia, pensar. Pensar de otra forma que, además, no sale de manera natural. Creo que, en un mundo donde se va a intentar abaratar cada vez más el hecho de escribir, que se va a sustituir ese pensar por el regurgitar de máquinas o vendedores de humo y sueños, el mayor acto de rebeldía que uno puede hacer es leer y contar historias que crea que merecen la pena.

Y descansar, eso también. Y más en un entorno que parece obligarte a que seas siempre productivo y todo lo que hagas tenga un fin práctico. Así que me voy a aplicar el cuento y pulsar el botón de pausa en esta web durante el mes de agosto.

Sí, es extraño, es algo que casi nunca hago, pero, ¿veis como sí se puede cambiar?

Nos vemos, nos leemos y nos escribimos en septiembre.